6.19 CHARRIS

 

“Mírenlo. Al gato. Se llama Capra, como el director de “Sucedió una noche” (1934). De hecho, si le echan al tema mucha imaginación, incluso le podemos encontrar un cierto parecido, encantador, con Claudette Colbert de joven. Imaginación. Permitirse jugar. Divertirse. Volar libre. Maullar libre. ‘Capra’, un óleo sobre papel pintado en 2019, en una de las obras que conforman la exposición de Ángel Mateo Charris (Cartagena, 1962) [en la galería La Aurora de Murcia]*, paisajes de ensueño a los que solo le faltan la música, el Gorguel cartagenero dibujado a modo de Paraíso terrenal, viajes a los que se apuntarían encantados Marco Polo y el Genio de la Lámpara…; una delicadeza de obra tal que parece a punto de hacerse invisible: ‘Mañana polar’, otro óleo sobre papel también pintado en 2019. Charris, en su catálogo de la muestra, que él mismo ha diseñado, incluye unas palabras de Joaquín Torres García que comparte gustoso: “El mundo tomado en serio es antiartístico y triste. El arte tiene, entre otras cosas, que traer al mundo la alegría”. Y eso precisamente, una bandada de aves alegres y amororosas, pletóricas de energía, enamoradizas y deseosas de juegos y sospresas felices, parece sobrevolar esta nueva exposición del artista.

“He estado pintando estos cuadros al tiempo que cumplía con compromisos anteriores”, cuenta Charris, “Mientras corría intentando salvar los plazos y entregas”, añade, “con mi uniforme ‘charrisiano’ y mis mecanismos mentales y manuales perfectamente engrasados, necesitaba tomarme un descanso de mí mismo de vez en cuando, enfrentándome al blanco de una forma nueva y más despierta, intentando no dar nada por sabido, inocente y felizmente duditativo”. Y, de hecho, reconoce, “más de una vez me han hecho sonreír estos nuevos caminos, y eso no tiene precio”.

Solo vida y color

Tiene razón el artista: “Donde antes había reflexión, mucho trabajo previo y oficio, ahora no hay mapas ni brújulas, solo un espacio en blanco y algún recuerdo o emoción que enciende la chispa para empezar desde la nada”. “No tengo mucha retentiva visual”, reconoce el también ilustrador de novelas tan aclamadas como ‘El corazón de las tinieblas’ (de Conrad) y ‘La muerte en Venecia’ (de Thomas Mann). Por eso, indica, “siempre he trabajado con fotografías o con apuntes del natural, pero son esas carencias las que ahora me sirven para avanzar por caminos inesperados”. Además, Charris siempre ha admirado “la obra de los autodidactas, los primitivos, los artesanos, los niños; y supongo que ahora estoy en una fiesta parecida”. Lo deja claro: “No más citas, referencias, neos ni post, intelectualismos, canibalismos ni autofagias, solo vida y color, y a pintar una manzana como si nadie lo hubiera hecho antes. Luego todo acaba pareciéndose a algo, pero no es esa mi intención”. Y advierte: “Esto no va de desaprender, sino que todo lo aprendido me ha llevado a esto; está todo por ahí, en alguna parte supongo, pero cada vez me fío menos de la memoria y el razonamiento y más de la intuición. Pensar está muy bien, pero no es el único camino, especialmente en el arte”. No hace mucho, el artista cartagenero leyó “una cita de Nina Simone que decía algo así como que había pasado muchos años persiguiendo la excelencia, pero que en ese momento estaba dedicada a la libertad y que eso era mucho más importante. Pues eso”.  Explorador de mundos ajenos y amigo/enemigo del suyo propio, deja que el espectador interprete libremente sus obras, tan a menudo como fuera del tiempo y de la realidad. “Intento que mi pintura no sea una terapia, incluso alejarla de mis circunstancias personales. La creación es una aventura apasionante que corre paralela a la vida, que se cruza a veces con ella, que se contamina de ella, pero que no la cuenta”, defiende en paz. Pintura, laberintos oníricos, guiños al espectador… ¿Buscando qué? “Siempre hago”, explica, “la exposición que yo quisiera ver. En raras ocasiones pienso en el hipotético espectador. Tal vez cuando trato algún tema más social-. Pero siempre intenta uno buscar la complicidad de las almas gemelas. Lo que nos une principalmente a los amigos es compartir entusiasmos y algo parecido es lo que me une a la gente que aprecia mi trabajo”. Con [‘6.19’]* parece haber logrado deshacerse de todo equipaje acumulado. Charris es experto en proponer al público un juego de sueños, de aventuras y escaladas a lo imposible. Con esta exposición su lado más ligado con la infancia se ha venido arriba. Allí, en su luminoso estudio de su ciudad eterna, al que el aire le lleva cada día las noticias del mar.”

Artículo de Antonio Arco publicado en La Verdad el 15 de febrero de 2019 *[al que le hemos cambiado un par de frases.

“«La exposición es un punto de ruptura, un camino nuevo que tenía que ver con cosas anteriores; caminos que vas dejando y luego retomas (...), un poco diferente, incluso, a lo que he hecho en todo este año», explica Charris.

De hecho, «el catálogo no lleva texto crítico como en muchas ocasiones –comenta–; es la primera vez, casi, que no escribo sobre lo que se puede ver, porque quiero que sea suficiente lo que hay en la imagen», concluye. Relata, además, que cada obra refleja la emoción del momento.

Charris cuenta con un amplio currículum de exposiciones individuales y colectivas; por ejemplo, Suite africaine,  expuesta en 2018 en Costa de Marfil, muestra la proyección internacional del artista que recientemente ha ilustrado el libro de Thomas Mann, La muerte en Venecia.

Sobre la cuestión estética en [6.19]*, en relación con colecciones anteriores, responde que «en los últimos años, o mejor digamos décadas, he estado trabajando con un método parecido: componía las obras como un collage de imágenes de muy diversa procedencia que se articulaban en torno a una idea. La pintura me servía para unificar toda esa diversidad (fotografías propias, fotogramas de películas, publicidad, historia del arte...) y me venía bien ese tono neutro, esa ausencia de estilo que, al cabo del tiempo, la gente reconocía como mi 'estilo'», sostiene.

¿Y en la actualidad? «Últimamente estoy menos interesado en opinar y en contar, y más en vivir la construcción de la obra como un proceso más orgánico, más parecido a la vida», comenta.

«Ahora la memoria de un instante o una emoción me sirven de semilla para trabajar el lienzo desde la sorpresa y la aventura: nunca sé cómo empiezan ni cómo van a acabar las cosas, lo que me lleva por terrenos que me interesan mucho», añade. «Antes –continúa–, y cuando digo antes digo hasta hace dos días, la pintura me servía para cristalizar una idea, para unificar capas y sintetizarlas en ese mundo en el que el tiempo y el espacio tienen sus propias reglas (...); ahora cada cuadro es un viaje en sí mismo. Pero las cosas no vienen de la nada y hay camino en el pasado, cosas que vas dejando en el camino porque hay otras sendas que en ese momento te interesan más», sostiene.

Sobre el título de la exposición: «Como dice Torres García en una cita que he incluido en el catálogo: 'Mi propia historia no me interesa, me interesa lo que soy ahora'. De ahí viene el título, [6.19, es decir, junio 2019]*, así de sencillo, esto es lo que hay ahora», puntualiza Charris.

«Y en ese ahora supongo que también tienen que ver mis últimos intereses: el arte primitivo y las artesanías de muchas culturas, especialmente la japonesa, los textiles y las tramas geométricas, la intensidad del arte de los locos, los niños y los autodidactas, cosas que siempre me han interesado, pero que ahora me vienen cuando estoy en mitad de ese proceso ante el lienzo o el papel en blanco», añade el artista.

¿Por qué este momento para representarlo? «También porque ahora entiendo que pensar y razonar está muy bien, pero no es el único método para llegar a resultados; hay mucha magia en la intuición, en las repeticiones y en los mecanismos del artesano, y trato de abandonarme a mí mismo, sin criterios preconcebidos... Y ya estoy hablando demasiado, porque no se trata tanto de verbalizar como de hacer, y ya veremos dónde me lleva este día soleado y estas horas sin mapa ni brújula», concluye Charris.

Entrevista con Ariana G. Company publicada en La Opinión el 9 de febrero de 2019 *[a la que le hemos cambiado un par de frases].

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