«A veces, ante mi obra, me duele la barriga»

Carmen Baena, junto a dos de sus obras./
Carmen Baena, junto a dos de sus obras.

Galería La Aurora. Hasta el 31 de mayo. De 10.00 a 13.30 de lunes a sábado, y de 17.00 a 21.00 de lunes a viernes; sábados por la tarde, de 18.30 a 21.00

PEDRO SOLER

 

Lo suyo es el predominio del tiempo, la soledad y una naturaleza en estado puro que reclama lo imprescindible y desecha lo innecesario. Por esto, Carmen Baena (Guadix, Granada, 1967) reconoce que «es un mal principio explicar mi obra, porque me resulta difícil. En esta exposición se puede ver una serie de montañas blancas, con unos toques de oro, y el oro significa lo sagrado. Digamos que hago referencia a esas montañas que hay en el mundo y que han sido y siguen siendo sagradas, desde hace miles de años, como el monte Athos. Son lugares elevados, en los que parece que el cielo está más cerca, como si quisieran unirse cielo y tierra». En 'Auro', título de la exposición, también puede contemplarse un conjunto de estilizados árboles y paisajes, «que insisten en el concepto de lo sagrado, como espacios y lugares, considerados en las culturas arcaicas como casa del dios o el mismo dios».

¿Son dos maneras de expresar una misma teoría? «Creo que todo va hilvanado, sin que exista contrasentido alguno, aunque se trate de obras bastantes diferentes. Me ha gustado desde siempre hacer variaciones, pero unidas en este caso por esa simbología del blanco, del oro y lo sagrado. Son formas distintas de relacionar lo mismo». ¿No pueden interpretarse también como señas de duda, de falta de decisión? Carmen Baena, quien ya ha recorrido una prolongada ruta artística, y ha mostrado sus preferencias por el mármol blanco y sus ingeniosas combinaciones, responde que «no es eso, porque lo que hago es trabajar sobre temas, en los que profundizo, como el paisaje, la relación entre el hombre y la naturaleza o los refugios, que realizaba, hace años, con las casas que también se encontraban dentro de un paisaje. Creo que toda mi obra es muy diversa, pero está toda muy relacionada».

Reconoce que le resulta trabajoso revelar el origen de sus creaciones, porque «son muchas cuestiones las que influyen. Me llegan recuerdos de la infancia o de temas que he visto o leído, que he sentido... Soy una persona que realiza su obra sintiendo mucho, más que analizando conceptualmente la pieza. Me dejo llevar por lo que siento, porque, cuando trabajo, tengo que sentir lo que estoy haciendo, y no estar analizando qué es lo que hago. Muchas veces, ante mi obra, me duele la barriga. Es verdad. Cuando estoy con una pieza que funciona, o he descubierto algo, porque al fin y al cabo lo que hago es un descubrimiento, se me revoluciona la barriga».

¿En qué radica la preferencia por el mármol blanco? ¿Es síntoma de pureza, de inocencia, de ingenuidad...? «El blanco es un color más neutro, y como un velo, porque me gusta poner velos a las cosas, para que no se descubra todo a la primera». ¿Para que el espectador se estruje el cerebro? «No. Para que mire, sienta y se deje sentir, sin analizar qué es esto o qué podrá ser. Cuando lees un poema o escuchas música clásica, te guste o no te guste, no estás pensando en qué será o dejará de ser. No te preguntas qué habrá querido decir el autor con esos versos o esa pieza. Y yo no quiero que la gente se enfrente a cualquier obra mía pensando y pensando».

¿Qué mensaje ocultan esa línea dorada, que asciende verticalmente por la pared, y esa otra que lo hace inclinada, como a la búsqueda más serena del pináculo definitivo? «No quiero transmitir mensajes, ni convencer a nadie, sino hacer lo que me sale de dentro. Tampoco me considero trascendente con mi obra. Esas líneas forman parte de la proposición que encierra el conjunto de las piezas expuestas».

Satisfacción

Sí considera trascendente «entenderme con mis obras y notar ese reflujo, cuando vas descubriendo, unas veces para bien, y otras para mal. Siento satisfacción, cuando advierto que he acabado una obra, según la he ido buscando, como si respondiera a lo que yo misma me había trazado. Es entonces cuando te penetra una gran alegría; es como un gran momento». Esto no le impide reconocer que otras veces «no he llegado a lo que pensaba, y han surgido soplidos de bajón, aunque lo que me ha ayudado a recuperarme es la necesidad que tengo de seguir haciendo lo que hago. Es cierto que me han ayudado opiniones de cierta gente, que me ha trasmitido las emociones que ha sentido ante obras mías. Son como revelaciones de momentos de los que no he sido consciente. Pero, si me dijeran lo contrario ante cualquier obra con la que estoy satisfecha, no me afectaría para nada. Cuando no estoy contenta con algo, pido opiniones, para que me digan la verdad, y no para que falseen la respuesta».

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